martes, 23 de febrero de 2010

Placeres culposos y otros no tanto

La felación

No crean que voy a empezar con esa sobada frase de que el poder es el mayor afrodisiaco: esa cabalgante obviedad. El mundo está lleno de chichifos o arrastrados o trepadores que mueren por fornicarse a un hombre pudiente que las aleje del tubo y las saque de trabajar, porque según ellos eso nunca les ha gustado. Y para ejemplos me quedaría corto. Es más, recientemente a un amigo mío le dijeron: "trátame como tu puta".

Si el poder no atrajera gente a nuestras sábanas, entonces no tendría caso tenerlo. El poder hace que uno pueda comprar sexo, no por necesidad, sino por el mismo poder. El poder ofrece incontables oportunidades de sexo, pero es más divertido dar un buen sexo porque eso nos empodera. Cuando están ejecutando un fellatio, mis lectores, ustedes son quienes poseen el poder sobre la persona a quien le están haciendo el oral.

La felación es el único acto de poder que se ejerce de rodillas.

Eso lo entendió perfecto Mónica Lewinsky al limpiarse su párvula boca con la manga de su vestido azul, mismo que quedó con los pececillos presidenciales que ella no alcanzó a deglutir. Cuando encontró el lugar más cómodo en donde hincarse, la Lewinsky sabía que no sólo iba a pasar a la historia como la felatriz más famosa del siglo pasado, sino que además tuvo agarrado de los cojones al presidente de Estados Unidos. Aunque momentáneamente.

Cuando crees que ya has repasado todo el catálogo de perras feroces que te tocaba conocer, un giro maquiavélico del destino te pone a una perra mayor que no sólo te lleva miles de vueltas por delante en el galgódromo de la vida, sino que ya traen su propio plan de vuelo. Por eso Hillary Clinton. ¿Ustedes creen que la Hillary en verdad es la esposa perdonavidas que supo olvidar la falta de su pitosuelto esposo?. Jamás.

Si no perdonamos a nuestros novios cuando se olvidan de nuestro aniversario o del día en que se dieron su primer beso, cuantimenos que hayan usado de funda para su fusca la boca de una suripanta. La Hillary perdonó en público, hizo como que hacía y hasta se vistió de viuda siciliana en recuperación del agravio. No iba a arruinar su carrera a la presidencia, - tras haber llevado a su propio marido al cargo - , por una tipa que se golosea chupando penes célebres.

Elogio a la paja

Así como nadie confiesa directamente que se orina en la regadera cuando toma la ducha o en la cama cuando sueña que va a la playa, pocas personas se congratulan de ser buenos masturbadores.

Todos lo somos en cierta forma y sólo el benévolo juez de nuestros dentros sabrá si somos buenos o no y en qué medida debemos mejorar.

Cuando nos masturbamos siempre nos dirigimos a un puerto seguro. Sabemos que llegaremos porque nadie nos ama como nos amamos y llevamos años ejercitando la mano en pos de nuestra satisfacción. Nunca estamos pensando: ¿a ver a qué horas?, ¿llevamos tanto tiempo y nada de nada?, ¿termino yo para que termine él?, ni tampoco existen muchos secretos para que lleguemos al clímax: nuestras manos - y para otras sus dedos - conocen el camino desde tiempos inmemoriales.

Oda al pene

Por el pene algunos sufrirán, gozarán, maldecirán y hasta podrían fundar un nuevo continente, ya eso será dependiendo del cariño que uno le haya agarrado al falo. Pero sin lugar a dudas el señor falo es un símbolo de poder que determina en menor o mayor medida nuestra adicción hacia él, en especial si lo conocemos muy de cerca, muy seguido y con varios especímenes de muestra. Al contrario de los pechos, la vagina y el culo, al pene no se le observa cotidianamente en los periódicos erecta y rosadita, presumiendo su inclinación a la derecha o a la izquierda. Nunca he visto a un hombre buga observando un falo con admiración o celebrándola, como una mujer que fácilmente diga: "qué buen par de tetas".

El pene resulta una espada poderosa a la vez mismo que, blandirlo en todo su esplendor resulta pecaminoso, inmoral y muy escandaloso. Es imposible que un hombre aparezca en medios públicos haciendo lo mismo que una mujer hace con sus pechos. No es fácil ver a un hombre tocándose la genitalia, haciéndola crecer y erigirse en toda su sorpresiva extensión, ni frotándola para que saque lo mejor de sí para el respetable. Porque esas cosas nada más existen en nuestras mentes que sin duda son más voraces, y aguerridas: algunos piensan en pene y quieren -y también desean-pensar en grande. He dicho!

1 comentario:

  1. Me gustó mucho la entrada.

    Me hizo recordar a mi madre y a una de mis hermanas, quienes decían que porqué en filmes o simplemente en revistas, siempre a los hombres los cubrían más, que ellas tenían el mismo derecho a ver cueros que cualquier otro.

    Actualmente las cosas han cambiado un poco e incluso en filmes ya no es tan raro ver a un hombre desnudo, y en publicaciones a veces ya los destapan un poco más o incluso en televisión abierta.

    Los heterosexuales no elogian el pene de otro, por temor o por envidia, ya sabemos como suelen ser los hombres heterosexuales, claro, con sus excepciones como en todo.

    Saludos.

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